Están ahí

Cuando llegamos cansados,

nos esperan detrás de la puerta,

pero nunca se van a cansar

de hacernos una fiesta.

Cuando no queremos levantarnos,

Se acercan con su orquesta

De su cola golpeando contra la pared

Su mentón apoyado en el colchón.

Y unas caricias con nobles hocicazos

Cuando no podemos dormir

Se acercan, y tras apenas chequearlo,

Saltan al pie de nuestra cama.

Aunque hace tiempo ya no sean

Ese cachorrito que un día trajimos envuelto en una toalla

temblando del miedo y el frío

Aunque en la cama no entremos los dos,

Ellos están ahí.

Otro día estamos tristes.

Y en vez de imitar la tristeza,

Ni evitarnos por miedo a una mala reacción nuestra,

Nos traen su sonrisa

eterna y gratuita.

Su lengua rebotando en una sintonía tan distinta

de nuestros tiempos y problemas.

No saben de rencor.

Aunque les hayamos pisado la pata hace instantes,

Ellos siguen sonriendo,

buscando nuestra mirada.

Esperando la próxima gracia,

el próximo juego,

cabeceándonos,

Dándonos la pata,

chupándonos,

O mirándonos comer

con los ojos más profundos

que encontraremos jamás.

Se equivocan.

Y comen cualquier cosa que nos olvidemos en la mesa.

Muerden cables, enchufes y patas de sillas

Llenan de pelos todas nuestras pertenencias.

Y nos hacen dejar para siempre la idea de limpieza.

Todos los días de su vida,

Comen la misma comida.

Y sin embargo,

cada vez que su plato se llena,

rebalsan de alegría.

La simpleza de una salida a la plaza

Es, para ellos,

el mejor plan del universo.

Nos protegen sin esperar que los protejamos.

Nos aman sin preocuparse por si los amamos lo suficiente.

Viven absorbiendo nuestras frustraciones.

Pero jamás pensarían en devolvérnoslas.

Mientras pensamos en días, en meses y en años,

Ellos viven en la eternidad del presente.

En el momento justo

En cada una de las sorpresas que puede tener una cuadra.

Los vemos llegar e irse demasiado pronto.

Tal vez así entendamos

todo lo que no nos hace falta para ser felices.

Porque mientras dejamos ropa, joyas, autos, casas y cuentas de banco,

ellos van a dejar tal vez un collar, algunos pelos, una manta insalvable…

y millones de instantes.

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