Los otros (el amor propio)
Muchas veces escuchamos decir que para estar bien con los demás es fundamental estar bien con nosotros mismos.
Para que alguien nos quiera, necesitamos primero querernos.
Para que nos respeten, debemos respetarnos.
Son mantras que escuchamos y repetimos, y sin dudas tienen algo de verdad.
Pero como toda frase hecha, simplifican el mundo.
Y lo más peligroso de eso es que no nos permitamos dudar.
Porque la idea al revés es tan o más verdadera:
Para estar bien con nosotros mismos es fundamental estar bien con los demás.
Para poder amarnos necesitamos sentirnos amados.
Para respetarnos necesitamos sentirnos respetados.
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Aprendemos a amar de lo que vemos y vivimos.
De tener padres que nos amaron antes de que siquiera supieran cómo éramos.
Muchísimo antes de que fuese mínimamente recíproco.
Cuanto más sanos y más reales hayan sido los vínculos que vivimos u observamos, más sanos y más reales van a ser los nuestros.
Pero no todos vivieron solamente cosas lindas.
O nadie.
Aunque creciendo los idealizáramos, no existen los vínculos perfectos.
Ni en las películas ni en ningún lado.
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El mundo está lleno de injusticias.
Y una de las más grandes es que haya gente tan buena que siente que no es amada. O que no merece serlo!
¡¿Qué locura es esa?!
No hay personas hechas para el amor y personas que no.
Entender el amor es descubrir que absolutamente todas las personas en el mundo tienen algo que podríamos amar.
El amor no es una ecuación.
Y va muchísimo más allá de las parejas.
El amor es ese grupo de amigos de toda la vida,
esa familia siempre cercana,
Es el vivir junto a otros una pasión,
Son esos desayunos en pareja los fines de semana.
Podemos aprender del amor en la dedicación que le pone alguien a lo que hace,
o en la incondicionalidad de los perros al pie de nuestras camas.
El amor puede venir de muchas formas y podemos llevarlo a muchas otras.
Pero si hay algo que une a todas las que podemos imaginar,
Es el estar ahí.
Y El sentirnos acompañados.
El saber que hay gente que sabe lo imperfectos que somos,
la cantidad de errores que cometemos a cada minuto,
y la inseguridad que tenemos sobre nosotros mismos;
y sin embargo, hace lo imposible para demostrarnos que no estamos solos.
No hay una fórmula para el amor propio.
Pero hay una forma que se acerca bastante:
la de buscar ser un poco más justos con otros.
Cada persona que vemos en la vida,
en la calle,
en el mundo
o detrás de cualquier foto de perfil que vemos
está atravesando una batalla que no conocemos,
pero que podemos imaginar, porque a nosotros también nos pasó:
La de enfrentarnos a un mundo idealizado, con una realidad injusta, y con la necesidad, por sobre todas las cosas, de sentirnos acompañados.
Sin dudas, si entre todos pudiéramos querernos un poquito más, podríamos querernos muchísimo más.
