Tu lugar en el mundo
Muchas veces pensamos en un barrio, en una ciudad, un país.
Pero lo geográfico es solamente una parte.
Nuestro lugar en el mundo es mucho más grande.
Porque para que tengamos nuestro lugar, primero tuvo que haber un mundo.
_
El hecho de que hayamos nacido, crecido y estemos vivos hoy es una casualidad incomprensible en términos humanos.
En catorce mil millones de años, pasamos de un único átomo a un universo con dos millones de galaxias.
En el único lugar conocido en el universo donde pudo suceder, hace cuatro mil millones de años, muchos átomos muertos se convirtieron en células. En vida.
Pero solo 500 millones de años más tarde, y después de que todo se congelase, esos microorganismos pudieron complejizarse.
Y evolucionar en millones de especies.
Que lograron sobrevivir a cinco extinciones masivas.
Y solo hace 200.000 años llegamos los humanos.
Inventamos el lenguaje. Logramos ponernos de acuerdo.
Sobrevivimos porque pudimos colaborar para creer en historias inventadas.
Como las leyes, las sociedades, las ciudades, los imperios, las religiones, las guerras, la ciencia, las industrias, las tecnologías y los conocimientos.
Cada uno de nuestros ancestros se encontró con alguien y lograron reproducirse.
Y hace muchísimo menos, por otra de las casualidades del mundo, los que se encontraron fueron nuestros padres. Aunque sea por cinco minutos, o treinta segundos.
Y de entre millones de espermatozoides, uno logró pegarse a un óvulo y nació el primer archivo genético con nuestros datos.
Durante nueve meses, todo siguió más o menos bien.
El ambiente fue amigable. Tuvimos alimento, refugio y energía.
Sobrevivimos. Y un día logramos salir de ahí. Pero tampoco para tanto, porque no hubiéramos podido seguir solos.
Durante años, nos cuidaron, nos alimentaron, nos ayudaron, nos dieron comida, nos educaron. Pudimos seguir respirando.
Y hoy, en este momento, aunque sea en diferido, vos y yo estamos vivos.
Y conectados, en otra muestra inmensa del azar.
(Sobre todo, porque no hayas abandonado el video hasta ahora)
La posibilidad de que existamos, sólo contando desde nuestros ancestros, es como si dos millones de personas se juntaran a jugar un juego con dados de un trillón de caras cada uno, y todos sacaran el mismo número.
La chance de estar vivos hoy era, prácticamente, cero.
_
Somos únicos en el mundo. Cada uno de nosotros.
No hay una sola persona en el universo que comparta lo que somos.
No solo desde lo genético, también desde todas las experiencias, historias y maneras de contárnoslas que vivimos.
ESTE ES NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO.
HOY, ACÁ Y AHORA.
NO SABEMOS HASTA CUANDO,
PERO EN UN UNIVERSO DE MILES DE MILLONES DE AÑOS, SOLO VIVIREMOS MENOS DE UN SIGLO.
Para qué existimos es algo que solo podemos entender cada uno por nuestra cuenta, si es que llegamos a hacerlo.
Pero así es como lo entiendo hoy.
_
Tenemos el poder de influir en lo que nos rodea.
De ser agentes activos de cambio.
Un cambio que puede ser positivo, negativo, o las dos cosas.
Porque empezamos abajo.
Desde que nacemos, significamos una carga negativa para el planeta.
Consumimos sus recursos. Contaminamos.
Pero también empezamos arriba. Porque vivimos con otros, y puede que desde que llegáramos, hayamos sido una carga positiva. De amor, de significado, de trascendencia.
Y así es como podemos ser positivos y negativos al mismo tiempo.
Porque los grises existen.
_
Tenemos un pasado único y una historia única.
Y eso nos hace únicos en nuestra manera de observar el mundo.
No hay nada más fácil que encontrar un problema.
El mundo estuvo, está y estará por siempre lleno de ellos.
Desde los planos más chiquitos, literales o técnicos, hasta los más inmensos, abstractos y profundos.
Y aunque a veces parezca un limitante, también es una fuente inagotable de inspiración.
Ahí es donde entramos.
En el hecho de observar y reconocer los problemas, entender nuestros talentos únicos y actuar para intentar resolverlos.
Desde lo más chico. Desde nuestro lugar.
Es hermoso hacer algo para alguien más.
Hace bien reconocer algo malo que nos pasó, para poder resolverlo y que no le tenga que pasar a otro.
Porque algún día no vamos a estar.
Pero seguiremos estando en lo que logramos desde nuestro lugar.
_
Tenemos el poder de compartir.
De reconocer a quienes admiramos.
De agradecerles a los que hacen cosas que nos gustan, que nos sirven o nos inspiran.
De pasar lo que aprendimos a otros.
Pero somos finitos.
No podemos abarcar el universo entero en menos de cien años.
Y ahí necesitamos, más que nunca, entender no solo nuestro lugar, sino el de los demás.
_
Alguien estará estudiando cómo usar únicamente energías sustentables.
Otro estará cocinando para alimentar a personas sin hogar abandonadas por los gobiernos.
Uno más estará creando una campaña para juntar basura de las playas.
Alguien rescatará refugiados en el Mediterráneo.
Alguno estará presentando un proyecto de ley para que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo.
Alguien usará la mitad de su sueldo para salvar y cuidar perros abandonados.
Y quizás alguien está componiendo una canción única, sin ninguna otra intención más que hacer algo lindo. Pero así, llenándonos el alma, nos inspirará a todos a seguir haciendo lo que buscamos.
No podemos estar en todo.
No nos alcanzaría el tiempo.
Pero para eso somos muchos.
Para encontrarnos y sumar nuestros lugares.
_
Lo que sí podemos es celebrar lo que hacen otros.
Los que hacen cosas completamente distintas a nosotros, en vez de cuestionarles si su causa no es tan relevante como la nuestra.
O minimizarlos porque mientras están haciendo algo, no están haciendo todo lo otro.
_
En el medio, nos vamos a contradecir. Con otros y con nosotros mismos.
Nos vamos a chocar. Aún queriendo resolver el mismo problema.
Porque de ahí nacen todos los conflictos. De ver las cosas de manera diferente.
De ser únicos.
Podemos elegir que eso nos separe, o podemos buscar el punto de encuentro.
Mucha gente pequeña, desde sus lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, logra cambios inmensos.
_
Aunque a veces pensemos que hay alguien más haciendo lo mismo que nosotros, nadie sería capaz de hacerlo.
Y ese es, definitivamente, nuestro lugar en el mundo.
